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domingo, 6 octubre, 2024

“Hace 25 años si querías emprender te miraban como un bicho raro”

Veterinaria de formación, luchadora y soñadora por vocación, Pilar Febas regresó a su Fonz natal tras estudiar una carrera universitaria en Barcelona. A su vuelta no se quedó de brazos cruzados y con el apoyo de su familia desarrolló un proyecto, el cual comenzó con una explotación ovina y que siguió creciendo con la puesta en marcha de la quesería Val de Cinca. Actualmente cuenta con unos doscientos clientes repartidos por toda la provincia y se ha convertido en un referente en el sector. Todo ello desde el mundo rural y siendo mujer, un plus añadido a una historia donde rendirse no era una opción.

Desde muy pequeña tuvo claro que quería ser veterinaria, como ella misma reconoce fue por vocación. “Tenía claro que quería formarme y regresar a casa para poder ayudar a mis padres con las vacas. Me daba cuenta de las dificultades existentes en el sector primario, pero eso no evitó que apostara por él”, explica Pilar Febas. Tras un par de años trabajando en la zona como veterinaria por cuenta ajena, llegó un punto de inflexión y junto a su hermano Víctor se liaron la manta a la cabeza. Buscaron una fórmula para dar continuidad al negocio familiar, aprovechar los recursos existentes y dar vida a un proyecto de futuro para ambos. “Éramos jóvenes y no teníamos dinero, por suerte nuestros tíos nos ayudaron económicamente y nuestros padres nos apoyaron con sus recursos”, explican. En un principio se plantearon continuar con las vacas, pero las cuotas lácteas que había que pagar por producir les frenaron en seco. “Eran muchos millones de pesetas y vimos que por menos dinero podíamos poner en marcha una granja de ovejas. Cambiamos un animal por otro y comenzamos a comercializar leche ovina”.

Trabajando concienzudamente lograron una leche fresca de buena calidad, la lástima era que su esfuerzo no se veía traducido en un buen rendimiento económico, ya que la caída constante del precio del producto les perjudicaba. Fue en ese momento cuando decidieron dar un paso más al frente y completar el puzle con la creación de una quesería. “Nuestro padre se había jubilado, por lo que la vaquería había quedado vacía, aprovechamos la infraestructura y la transformamos para acoger nuestro nuevo proyecto”. Una iniciativa que ahora da trabajo a ocho personas -cuatro mujeres y cuatro hombres- la mayoría de ellas residentes en Fonz, logrando generar empleo en el medio rural, un valor añadido a tener en cuenta.

El nacimiento de la quesería conllevaba un esfuerzo extra, ya que ello suponía generar su propia marca. “La hemos luchado y logrado hacernos un hueco. Nos sentimos valorados por nuestros clientes y eso es muy importante. Durante este tiempo me ha tocado aprender de todo: elaborar quesos y yogures, defenderme con las redes sociales, pelearme con la economía del negocio, tratar con la clientela… de los animales casi ni me encargo. Cada día surgen cosas nuevas que solucionar, la labor de emprendimiento es continua”, aclara.

PRODUCTOS DIFERENCIALES

Los primeros pasos para comenzar a elaborar sus propios productos fue la formación y la investigación. Pilar realizó varios cursos por el norte de España, donde aprendió a transformar la leche en yogur y queso fresco. “En Cantabria todo lo elaboran con leche de vaca, cuando empecé a hacer lo mismo con la de oveja, el resultado fue espectacular. Sabíamos que teníamos un producto diferencial y de esta forma es más fácil convencer a los clientes”, señalan. Además, la incorporación del queso nube (pasta blanda) y la leche de oveja fresca a su catálogo les ha reforzado en el mercado. Para el futuro tienen en mente la comercialización de kéfir y otros productos relacionados con la pasta blanda.

Comenzaron con pequeñas tiendas y restaurantes, para luego acudir a grandes superficies de diferentes puntos de la provincia; además también cuentan con una página web donde realizan venta online por todo el país. “Recibíamos muchas llamadas de gente que había probado nuestro producto durante sus vacaciones en el Pirineo y nos preguntaban dónde podían adquirirlo. Al principio lo mandábamos por paquetería de frío y en algunos casos no nos pagaban hasta recibir el producto. Después ya pusimos en marcha la tienda online. Durante la pandemia funcionó muy bien, pero ahora ya hemos vuelto a la normalidad. Es un servicio más que podemos dar, aunque es cierto que a veces los portes tiran para atrás. No puedes competir con monstruos como Amazon, pero tampoco lo pretendemos”.

ELABORACIÓN Y REPARTO

Al tratarse de un producto fresco, realizan la elaboración por semanas. El lunes es cuando llevan a cabo la mayor parte de la producción y el jueves vuelven a hacer otra remesa sobre pedido. “En verano es cuando más se produce, el Pirineo oscense es un hervidero y semanalmente llevamos productos a la zona de Benasque, Aínsa o Jaca”. Cuentan con tres furgonetas frigoríficas y ellos mismos se encargan del reparto y del trato directo con los clientes. Además, en el mismo lugar donde está ubicada la quesería en la población de Fonz cuentan con una pequeña tienda que está abierta los siete días de la semana de 11 a 14 horas. En ella también se venden otros productos de la zona como mermelada, miel o embutidos. Por otro lado, resaltan que antes de la pandemia realizaban visitas guiadas que llegaron a atraer a alrededor de 1.700 personas anuales hasta la quesería mediocinqueña.

EMPRENDIMIENTO RURAL

Destacan que en el medio rural uno de los problemas que se han encontrado es la mano de obra. “Nosotros mismos tenemos que formar a nuestros trabajadores. Por suerte hemos confeccionado un buen equipo de trabajo, estamos contentos, pero sabemos de las dificultades para encontrar gente comprometida. Son oficios sacrificados… las ovejas no entienden de festivos, tienen que comer todos los días, ordeñarlas, atender los partos, cuidar a los recién nacidos, etc.”.

Respecto a las ayudas recibidas, admiten que no se han encontrado con un camino de rosas ni mucho menos y reconocen que si estuvieran ubicados cerca de Barcelona o Zaragoza la distribución sería mucho más sencilla. “Hace 25 años si querías emprender te miraban como un bicho raro. Si además eras mujer ya ni te cuento. A mis padres casi les da un soponcio cuando les dije el proyecto que llevaba en mente y la propia administración al acudir a preguntar por subvenciones, me desaconsejó que montara mi propio negocio. Suerte que no les hice caso”, sonríe. Reconoce que, si volviera atrás en el tiempo, tomaría el mismo camino y asegura que su trayectoria profesional le ha permitido enriquecerse personalmente y le ha dado muchas alegrías. Por último, resalta el apoyo de su familia el cual considera fundamental para haber podido cumplir su sueño.

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