El modelo actual de las fiestas de Monzón se fraguó y se hizo realidad en los años 80. Los “sanmateos” pasaron a ser unas fiestas populares; convirtiéndose así en un referente de un nuevo estilo, incluso a nivel provincial. Para recordar ese periodo de gestación, y lo que supuso, hablamos con Teresa Paniello, que en aquellos momentos era concejal Presidenta del Patronato Municipal de Festejos.
“En los ochenta el deseo de libertad se expresó en la ocupación de las calles y de los espacios públicos para disfrute de los ciudadanos. Las comisiones o patronatos de esa época canalizaron esas inquietudes. Veníamos de unas estructuras de la dictadura que había que democratizar y se hizo una política de “puertas abiertas”, contextualiza Teresa Paniello.
Es a partir de 1985 cuando realmente se va definiendo el modelo de fiestas actual. Unas fiestas “en la calle”, para todos, gratuitas, aumentando la calidad de los actos que se organizaban desde el Ayuntamiento, destacando la colaboración y participación activa de muchas asociaciones. El patronato que se formó llegó a tener una media de 30 personas. Se contó con los barrios, representados por sus asociaciones de vecinos, de ahí el planteamiento de descentralizar las actividades. Los jóvenes, que estaban organizados en pequeños grupos, se fueron uniendo dando paso así a la creación de peñas, con nuevas propuestas como los “Bailes de Madrugada” y otras actividades que fueron respaldadas a nivel municipal. En el Patronato de fiestas se incluyó también a colectivos, como Cruz Roja, asociaciones culturales, tercera edad… “Había grandes debates en la comisión de fiestas. Una de las primeras decisiones fue cambiar el nombre de las “Reinas” a “Zagalas y Zagaletas”, apostar por la calidad de las orquestas y las actividades infantiles para que todos los ciudadanos pudieran disfrutar sin necesidad de pagar una entrada, como ocurría hasta la fecha”, relata.
El éxito de la nueva propuesta festiva fue “que todos las sintieran suyas. Los organizadores hacían de todo…pensar, responsabilizarse de actos, trasladar sillas, llevar el desfile de carrozas, poner moqueta en el suelo del polideportivo. Y el resto de la población porque se sentían representados”. Gracias a esa implicación se pudieron instaurar ya que “teníamos poco presupuesto y se destinaba todo a contratar actividades, grupos de animación y orquestas. Ninguna asociación recibía subvenciones y se contó con la participación económica de empresas”, apunta nuestra entrevistada. De hecho la nueva hostelería del momento, los pubs, pidieron un año alargar un día de fiestas y fueron ellos quienes lo financiaron; otros años se encargaron de la contratación de los grupos de música. Para Paniello “lo que no transmiten los programas o entrevistas que relees es la inmensa ilusión de los que componían la comisión de fiestas y de los jóvenes”, entre las diferentes anécdotas que reflejan esa realidad que repasamos destacamos la actuación, en el 89, de Burning: “estaba programada en la avenida Goya. Por la tarde cayó una tromba de agua que inundó el paseo. El concierto se iba a suspender pero mucha gente, entre ellos miembros de la comisión y jóvenes peñistas, de manera espontánea se acercaron con escobas y comenzaron a retirar el agua. Los músicos sorprendidos al ver lo que estaban haciendo y como lo estaban dejando… decidieron actuar”.
La conclusión tras el repaso al germen de los actuales “sanmateos” es que las fiestas son también un reflejo de la sociedad de cada época, por lo que aunque el modelo sea el mismo es difícil compararlas con las de hoy en día. En el caso de nuestra entrevistada ha pasado en estos pocos años transcurridos de vivirlas al máximo a “llevarlas con dignidad”, indica.