La viola es un instrumento musical de cuerda, similar en cuanto a materiales y construcción al violín, pero de mayor tamaño y sonido más grave. Para Ignacio Cuello la viola es mucho más que esto; para él representa un sueño, un medio que le ha llevado hasta Estados Unidos y una herramienta a través de la que es capaz de transmitir sus sentimientos aupado a un escenario.
Este montisonense, que a finales del mes de julio cumplirá treinta años, reside en Morgantown, en el estado de Virginia Occidental. Allí se prepara de forma concienzuda para mejorar día a día en el apartado musical. Actualmente está preparando su doctorado, que ya se encuentra en su fase final, da clases de viola y realiza diversas actuaciones con varias formaciones estadounidenses: “desde los siete años llevo tocando la viola. Me decanté por este instrumento, porque buscaba algo que me permitiera cantar a la vez que tocaba, por lo que descarté todos los de viento”, recuerda. La trayectoria musical de Ignacio comenzó en el conservatorio de Monzón, del que guarda unos magníficos recuerdos: “compaginé mis estudios de Bachillerato con el grado medio de música que cursaba aquí en Monzón. Cuando cumplí los 18 años llegó el momento de hacer las maletas e irme a Barcelona para seguir formándome como músico. Tengo muy buenos recuerdos de esa época y desde muy pronto tuve claro que me iba a decantar por seguir estudiando música, que era lo que más me gustaba”.
En la ciudad condal completó su formación realizando en el conservatorio los estudios superiores y fue allí donde se le abrieron las puertas del sueño americano. Un profesor de Los Ángeles lo vio tocar la viola y no dudó en hacerle una propuesta para que siguiera su camino al otro lado del charco: “no tenía pensado irme tan lejos de casa, barajaba la opción de Alemania, pero la propuesta que me hicieron para ir a Los Ángeles era muy interesante. Allí pasé dos años magníficos y tuve mucha suerte de poder coincidir con dos compañeros que ya conocía de Barcelona. A través de una beca me pagaban los estudios universitarios, y para complementar mis ingresos tocaba bandas sonoras en la universidad y en estudios de grabación, además de hacerlo también en grupos de la zona”.
Tras dos años en Los Ángeles, Ignacio tuvo la oportunidad de continuar formándose en Estados Unidos, en esta ocasión su destino fue Cleveland. Allí le ofrecieron una beca con condiciones irrenunciables: “tuve la suerte de coincidir con un profesor que era muy sistemático y un gran pedagogo. Además, Cleveland cuenta con una de las orquestas de mayor prestigio del mundo, con unos grandes músicos con los que podíamos compartir ensayos y vivencias. Durante esta etapa pude hacer contactos muy importantes que me han abierto numerosas puertas”. Ignacio Cuello, además de seguir estudiando y tocando (ha llegado a realizar conciertos para dos mil espectadores), también ha desarrollado su labor docente como profesor de apoyo en la universidad.
Con la llegada del final de curso, el músico ha aprovechado para desplazarse hasta su Monzón natal, el lugar que le vio crecer aferrado a una viola. A pesar de su amplia experiencia en el mundo de la música, Ignacio sigue sintiendo los nervios a flor de piel cada vez que se sube a un escenario: “con el paso del tiempo lo que aprendes es a gestionarlo de la mejor forma posible y a sentirte más a gusto contigo mismo”, indica. En los próximos meses llegará el momento de tomar una decisión, ya que una vez finalizado el doctorado deberá abrir caminos que le den la oportunidad de continuar aprendiendo, trabajado y disfrutando con su viola como fiel compañera. El regreso a España no está descartado ni mucho menos, pero Ignacio quiere tener los pies en el suelo y tomarse con calma su futuro a medio plazo: “la crisis provocó que las cosas se pusieran complicadas en España, pero ahora parece que vuelven a presentarse oportunidades interesantes. Lo que es evidente es que voy a tener que compatibilizar las dos vertientes, por un lado la de docente y por otro la de músico profesional”, concluye.