La modernización del riego en la zona pone punto final a una infraestructura de 111 años. Durante ese tiempo dio servicio a cientos de agricultores montisonenses que la utilizaban para dar vida a sus cultivos. El pasado 3 de octubre fue el último día que estuvo en funcionamiento. Antes de final de año se acabará de instaurar el nuevo sistema a las últimas fincas y la próxima campaña la acequia del Adamil ya solo será un recuerdo del pasado.
Varias generaciones han visto correr agua por sus alrededor de 5 kilómetros, desde la acequia San Salvador hasta Valfarta, en el desagüe junto a la granja de Joselé, pasando por sierra Mediana y Adamil, dando servicio a alrededor de 500 hectáreas. Antaño se formaban anualmente brigadas de personas vinculadas a ella para realizar labores de mantenimiento. Todos ellos hacían un gran esfuerzo y todavía recuerdan el buen compañerismo, donde había tiempo para las bromas y algún que otro trago de vino.
“En Monzón hay acequias más importantes como la de Paules o la de La Ribera, pero a pesar de ello, la del Adamil nos va a dejar un importante sentimiento de añoranza. Con el progreso muchas han desaparecido y en los próximos años otras más lo harán”, explica Carlos Cabrero, último guardia de riego de una construcción que nació a raíz del canal de Aragón y Cataluña. Algunos de los presidentes de la comunidad de Riegos del Adamil fueron: José Sarrado, Dionisio Alama, Ángel Casasnovas, Virgilio Jesús Ramos, José Raluy, Manuel Galindo o Jesús Ramos; también hay que recordar a algunos guardias de riego como Ramón (Binaced), Manuel Obis, Pedro Bosque, Baldellou o Ángel Calvera.
“Estos días la nostalgia nos embarga, son tiempo para recordar a todas aquellas personas que han construido, dirigido, utilizado, reparado y limpiado la acequias… muchos en el olvido incluso de la memoria de los mayores”, resalta Cabrera.
Modernización
Las obras de modernización fueron dirigidas por Javier Ruipérez y estuvieron incluidas dentro del Programa de Desarrollo Rural de Aragón 2007-2013. Tras las mejoras, a la Comunidad de Regantes se le unió Sosiles Altos, ampliándose la zona regable a 9.000 hectáreas. El proceso se ha alargado debido a que un pequeño número de fincas no se acogieron al proyecto. “Una vez terminada la conversión no tiene sentido mantener la acequia. Ahora el agua llega a cada parcela a través de tuberías”. Tras la conversión, Cabrera sigue ocupándose del mismo territorio, la diferencia es que ha cambiado la azada por el teléfono móvil (a través de una aplicación puede controlar diferentes parámetros).
En los próximos meses se decidirá que sucede con la acequia: en algunos casos pasará a pertenecer a los propietarios lindantes, en otros casos se mantendrá como desagüe de la lluvia cuando haya tormentas, mientras otros tramos desaparecerán. El proceso de modernización ha sido costoso, tanto en tiempo como en dinero, pero el futuro de la agricultura pasa irremediablemente por mejoras de este tipo. “A los más mayores les duele, para ellos es un sentimiento y siempre la recordarán como un eje vertebrador de la economía de Monzón”, concluye.