La Asociación de Vecinos Joaquín Costa del barrio La Arboleda no organizó fiestas de verano en 2000 y 2001, y la del barrio de San Juan no lo hizo en 2000 y poca cosa el año siguiente. En ambos casos, el problema se resumía así: falta de personas con ánimo de involucrarse en las juntas directivas, cansancio de «los de siempre» y muy escaso compromiso de la juventud. Se escuchaban lamentos por la desaparición de la fiesta y la tradición, pero restaba dar un paso al frente. En uno de los pocos actos de la fiesta de San Juan de 2001, en un corro de vecinos de ambos barrios que hablaban del declive de las asociaciones surgió la pregunta-solución: «¿Por qué no fusionamos las dos asociaciones y hacemos una grande y fuerte?». Y hubo asentimiento unánime.
En el segundo semestre se cumplimentaron todos los trámites y en enero de 2002 nació la Asociación de Vecinos San Juan-Joaquín Costa (las preexistentes se disolvieron), con un listado de alrededor de 400 socios, local social en la calle Blas Sorribas y Ángel García y Juan Manuel Garuz al frente de la presidencia y la vicepresidencia, respectivamente (curiosidad: uno forofo del Real Madrid, el otro del Barça). El convite a caracoles a vecinos y montisonenses en general —la principal tradición de los festejos de San Juan— se mantuvo, pero se descartaron las hogueras y las planchas para prepararlos, en consonancia con la prohibición del Gobierno de Aragón de hacer fuego al aire libre, y se optó por los peroles y los hornillos de butano. Hasta hoy. (En la foto de las cacerolas, de 2007, se ve al equipo de cocineros capitaneado por Constancio Girón.)
Remembranza
José Rivera, un montisonense afincado en Barcelona y enamorado de su cuna hasta la médula, firmó en 2002 en el periódico Ecos del Cinca un artículo titulado «La caracolada» en el que plasmaba recuerdos de mediados del siglo XX. Rescato algunos párrafos:
(…) Creo que, de todo el pueblo, plaza Abajo era el único barrio que a su manera, sencilla como sus gentes, celebraba la noche de San Juan, prerrogativa que le avalaba la titularidad del santo. Llegada la noche mágica del 23, dentro del solsticio de verano, una fuerza atávica invadía los aires del entorno.
(…) En medio de la plaza, ya oscurecido, se encendía una gran hoguera entre gritos de la chiquillería y las miradas indiferentes de los labradores que llegaban del campo. Durante la tarde, los críos nos dedicábamos a recoger caracoles por las casas, que los guardaban expresamente curados. Era después de cenar cuando algunos padres y madres y la chiquillería, reunidos junto a la hoguera, aderezábamos los caracoles, simplemente con sal, y los poníamos al rescoldo de las brasas. Al poco, empezaban a chirriar. Los comensales, provistos de «punchones» y una tajada de pan blanco, los despachábamos con algún trago de vino…
(Hasta mediados de la pasada década, la asociación todavía le hacía un guiño al rito del fuego y la noche de San Juan encendiendo la tarde del viernes una hoguera en un solar de El Molino, e incluso agasajaba a los presentes con una «sardinada».)
Caracol de Oro
La asociación crece en 2004 gracias a la incorporación de la que funcionaba en la urbanización El Molino. Esta segunda, que no tenía un elevado número de socios, solicitó al Ayuntamiento la cesión de un local en la plaza de Juan Carlos I lindante con las oficinas del INAEM, y el alcalde contestó que el trato sería más fácil de cerrar y tendría más sentido si el número de beneficiaros fuera más elevado, por lo que aconsejó la integración de la pequeña en la mayor. Hubo acuerdo y el citado local funcionó hasta hace pocos años como sede de la Asociación San Juan-Joaquín Costa-El Molino (ahora dispone de otro cercano y de mayor superficie).
En 2007 llegó a la presidencia Francisco José Fragüet, quien todavía permanece en el cargo. Personaje inquieto, aportó nuevos bríos e ideas a la asociación y en 2009 instituyó el premio «Caracol de Oro», galardón que reconoce los méritos de una persona o agrupación, bien sean culturales, de acción social o deportivos. En las primeras ediciones los agasajados estaban directamente vinculados con la gran barriada, y luego se amplió el arco de los posibles candidatos a toda la ciudad.
En su debut, el «Caracol de Oro» rindió homenaje al sacerdote salesiano Jesús Laborda, titular de la iglesia de San Juan durante una década (la jubilación le llevó a Barcelona). El mosén formó parte de la comunidad del Colegio Salesiano Santo Domingo Savio a lo largo de veinte años. Visiblemente emocionado, agradeció el detalle de los amigos y feligreses y, aludiendo al galardón, dijo: “Yo, como los caracoles, despacio pero siempre hacia delante”.
A Laborda le siguieron nombres y colectivos bien conocidos por la familia montisonense: la soprano Eugenia Boix, Los sabaderos (jubilados que cuidaban y embellecían la ermita de La Alegría), la escritora Luz Gabás, Guillermo Uguet (presidente del CB Monzón), José Antonio Andreu (presidente del Hinaco- CAM), el grupo teatral Trotamundos del Cinca Medio, la meteoróloga Silvia Laplana, el periodista Antonio Martínez… Este año recibirá el aplauso el montañero Andrés Vilalta.
Posdata: estén atentos al solsticio de verano. En San Juan-Joaquín Costa- El Molino les esperan con 100 kilos de caracoles guisados (más un vaso de vino por cabeza). Las hogueras son asunto tabú, y más en estos tiempos de pertinaz y tenebrosa sequía.