Sergio Guarné se siente afortunado, reconoce tener una vida plena y que en ocasiones le pagan por algo que haría gratis. Durante los últimos ocho años compatibiliza sus labores de docente en el Conservatorio de Música “Miguel Fleta” de Monzón con la gerencia de la Orquesta Reino de Aragón. Un trompetista de alto nivel que ha recorrido medio mundo con diferentes formaciones. Esfuerzo y sacrificio le han colocado en la cresta de la ola del panorama nacional e internacional.
La Lira, el Conservatorio de Monzón y sus hermanos fueron el tridente sobre los que se asentaron los inicios musicales de Sergio Guarné, quien a los cinco años ya empezó con la jota. “En casa había disposición a la música clásica. En los 80 mis hermanos comenzaron a estudiar en la Escuela de Música situada en uno de los edificios del colegio Joaquín Costa. Junto a ellos comencé en La Lira, donde a los siete años su director Luis Díaz ya me puso una trompeta entre las manos”, recuerda con cariño. En el curso 88-89 entra en el Conservatorio y comienza su formación, la cual compatibiliza con la Banda Municipal hasta los veinte años. “Fue una experiencia vital y deje muchos amigos. Seguí ligado de forma puntual, pero consideré que mi etapa allí había llegado a su final. Ahora como docente incentivo a mis alumnos a acudir a La Lira”.
Con apenas 14 años empezó a tener claro que su futuro laboral iba a estar relacionado con la música. A través de unas audiciones fue elegido para formar una banda con músicos aragoneses, donde era el más joven. “Le caí en gracia al director, que casualmente era el Catedrático de trompeta, Ángel Millán. Con este hecho y con Douglas Prosser, con el que me formo en Barcelona viví un punto de inflexión. Ellos me hicieron ver la luz y me animaron a seguir con mis estudios superiores. Allí empiezo a dar mis primeros pasos hacia el profesionalismo”, asevera. En aquella época decidió trasladarse al de Huesca. “Mis padres realizaron un esfuerzo titánico, se desvivían por sus hijos. Me llevaban prácticamente todas las semanas a Zaragoza, Barcelona, Huesca…Sin ellos, hubiera sido imposible”.
La trompeta, su vida
En plena adolescencia su energía estaba volcada en la trompeta, ese era su mundo. Comenzó a actuar con orquestas de baile y empezó a ganar algo de dinero para financiar sus estudios, por aquel entonces en Zaragoza y poder acudir a diversos cursos por toda la geografía nacional e incluso internacional. Durante los veranos y tiempos ocasionales también estuvo en Monzón en las empresas Sopena y Casmar, y allí se dio cuenta de lo duro que era el trabajo físico y por ello multiplicó sus esfuerzos para poder cumplir su sueño, aunque les guardo un grato recuerdo. “La cultura en este país es talentosa e infravalorada. Hay mucha gente que está malviviendo y se ha visto obligada a irse al extranjero al carecer aquí de plataformas de trabajo dignas. Necesitamos no caer en la desidia colectiva porque la música es patrimonio de todos, y que nadie dude que eso nos hace mucho mejores como sociedad”.
Otra de las personas claves en la trayectoria musical de Guarné fue Rudolf Korp, al cual conoció durante una Masterclass en Barcelona. El austriaco vio el potencial de este trompeta mediocinqueño y enseguida le propuso ser uno de sus alumnos de referencia. Lo preparó orquestalmente. A partir de ese momento comenzó a realizar audiciones para formar parte de jóvenes orquestas españolas. “Era un músico “freelance”, iba donde me llamaban para actuar y aprobé en numerosas formaciones como primer trompeta. Hacía alrededor de setenta conciertos al año. Fueron tiempos de mucha actividad y miles de kilómetros viajando de un sitio a otro”. En 2004 incluso tuvo la oportunidad de formar parte de un par de orquestas en Alemania y Sudamérica, pero justo salieron oposiciones y decidió centrarse en conseguir una plaza como docente. “Sabía que era una buena oportunidad. Aprobé, elegí Monzón y regresé a casa. Creo que como profesional puedo ayudar a mejorar la vida musical de mi región”.
Sergio siempre se ha definido como una persona nómada, ni siquiera la docencia logró atarlo, daba clases durante la semana y el resto de los días continúo con su peregrinar artístico por los más variados escenarios. En 2006 se produjo un acontecimiento que condicionó su futuro más inmediato; el claustro de profesores y el servicio provincial le propusieron coger las riendas del conservatorio como director, cargo que desempeñó hasta 2013. “Nunca había tenido esa ambición, pero acepté el reto. Me volqué en el proyecto e invertí todo mi tiempo”. Por otro lado, puso en marcha la Orquesta Sinfónica en Monzón “OSMO”, una iniciativa de formación que funcionó durante cinco años, gracias a la confianza de entre otros, del alcalde Fernando Heras. “En España hay 25 orquestas profesionales públicas y 15 jóvenes orquestas regionales, y Aragón carece de ambas. Aquello no lo podía entender. Teníamos el apoyo del Ayuntamiento y de tres empresas privadas. Recuerdo la primera audición… tuvimos a más de 180 músicos, la mayoría de ellos llegados desde diferentes puntos de España para entrar a formar parte de la OSMO. Supuso en nuestro sector un gran impacto, y mediáticamente hoy seguimos recogiendo frutos. Monzón, cuna de deportistas y de músicos”.
Reino de Aragón
El siguiente paso fue intentar dar vida a un proyecto profesional; la Orquesta Reino de Aragón fue una ambiciosa aspiración de nuestro protagonista. Con el tiempo ha logrado consolidarse, actualmente es un referente y puede presumir de ser residente en el auditorio de Zaragoza, considerada sin ningún complejo como una de las salas más importantes de Europa. “Hemos conseguido ser un modelo de gestión a nivel nacional e internacional. Un proyecto con unas grandes posibilidades, pero para seguir creciendo necesitamos el apoyo de todas las instituciones regionales. Además, todos los aragoneses deberían conocer la Sala Mozart del Auditorio, es una absoluta delicia”. Por ejemplo, en este comienzo de temporada han puesto en escena sus producciones en ciudades como Toulouse o San Sebastián, en las que junto a Miguel Ángel Berna o el Orfeón Donostiarra han hecho las delicias del público. En sus inicios el proyecto se vio interrumpido por el grave accidente de tráfico sufrido por Sergio Guarné. “Comenzamos a actuar y al poco tuvimos que paralizarlo todo. Estuve dos años de baja, fue un golpe muy fuerte, pero por suerte me recuperé bien. Mi cabeza era un hervidero de ideas y cuando pude retomar la actividad lo tenía claro. A partir de ese momento comencé a ver la vida de otra manera, y como los moteros decimos, caerse está permitido pero levantarse es obligatorio”, apostilla.
En 2013 deja el cargo de director y centra toda su energía en sus alumnos y en su proyecto orquestal. De vez en cuando solicita algún periodo de excedencia para poder realizar giras por el extranjero, bien sea por Centroeuropa, Asia o América. “Tengo una vida muy activa, así lo he elegido, supeditando en ocasiones mi vida personal a la profesional. Soy más feliz que una perdiz, me siento afortunado. En resumidas cuentas, me pagan muchas veces por algo que haría gratis”.
El principal reto de futuro para este montisonense es poder seguir disfrutando de la música como lo ha hecho hasta ahora. Entre sus objetivos está conseguir dotar a la Orquesta Reino de Aragón de una estabilidad a través de la que seguir engrandeciendo el proyecto. “Hemos acudido a tocar a seis países diferentes, pero tan importante como seguir saliendo al extranjero, sería poder tocar en poblaciones de la zona como Monzón, Binéfar o Barbastro, pero para ello necesitamos la implicación de patrocinadores públicos y privados, ayuntamientos, diputaciones…”.
Guarné realiza una reflexión sobre el choque cultura existente entre la música clásica y la vertiginosa sociedad del siglo XXI. “Chocan frontalmente. Vivimos en un momento social donde todo tiene que ser muy rápido. Aquí es necesaria la paciencia, la pasión, la actitud y el sacrificio. El que se introduce en este mundo debe entender estas circunstancias. A pesar de todo esto, estamos logrando llenar nuestros conciertos y eso nos permite sobrevivir en el tiempo”, concluye.