Las monjas de clausura residentes en el convento situado en el Paseo de San Juan Bosco de Monzón, elaboran de forma artesanal un amplio abanico de productos de repostería. Con la llegada de la Navidad, los encargos se multiplican y el obrador se convierte en un hervidero del que surgen deliciosos turrones, polvorones, mazapanes, mantecados, roscos, empanadones…
El cariño y la ilusión puestos en cada uno de los productos elaborados son los ingredientes principales de sus creaciones. Durante la última década han logrado abrirse camino en el mercado y son numerosos los establecimientos que apuestan por sus productos. La campaña de Navidad es principal en la producción general del obrador. Es en estos meses –octubre, noviembre y diciembre- cuando las horas se multiplican ante la necesidad de cubrir una demanda que ha ido creciendo en el tiempo. Habitualmente un par de hermanas se encargan del obrador con la ayuda puntual de otras dos religiosas, circunstancia totalmente diferente para estas fechas. “Todas echamos una mano cuando es necesario. En el convento realizamos todo el proceso, desde preparar los productos con la materia prima que compramos, hasta el etiqueado y embalaje final”, explica sor María del Carmen.
El obrador, como todo espacio igual y relacionado con la alimentación, está obligado a pasar, religiosamente, los registros sanitarios indicados: “Como todo el mundo; no íbamos a ser menos. Al igual que en la posterior acción comercial pagamos todos los impuestos como cualquier otro negocio”, subrayan nuestras interlocutoras, que también son habituales en los cursos de manipulador de alimentos. El dinero recaudado con la repostería se destina a la conservación del monasterio y, evidentemente, a la compra de materia prima y mantenimiento de la maquinaria para seguir elaborando. La exquisitez de la obra culinaria mereció la atención de El Corte Inglés, durante dos campañas navideñas: “Nosotras tenemos que rezar y cumplir con otras obligaciones. El volumen que nos demandaban era demasiado grande y decidimos dejar de suministrarles”.
Las pastas saladas, junto a los chocolates y al turrón blando, han sido los últimos productos en unirse a su amplio catálogo de turrones varios: frutas, nuez, yema, chocolate blanco, chocolate con leche, chocolate negro o praliné. El origen de esta tradición repostera procede de Salamanca, concretamente del convento de las Madres Dominicas. Allí conoció sor María del Carmen el oficio de repostera y lo exportó hasta tierras montisonenses. Con el paso de los años, se han adaptado a los nuevos tiempos y no es nueva su búsqueda de ideas en Internet con el objetivo de elevar el nivel para seguir contando con el favor de tantos clientes. Las tareas reposteras en el convento se suman a la preparación de las hostias consagradas para todas las parroquias de la diócesis, además de las habituales labores de bordado.
Los Dulces de las Clarisas pueden adquirirse en diferentes establecimientos del Cinca Medio y también en comercios de otras poblaciones en comarcas limítrofes. Puntualmente, amigos, familiares y colaboradores participan en diversas ferias de la zona dándole visibilidad a la marca: “Nos encanta la repostería y ponemos todo nuestro entusiasmo. No podemos defraudar a nuestros compradores que esperan un producto de calidad”. También atienden pedidos en el convento a través del torno, y desde hace unos meses suministran pastas y chocolate al Monasterio de Sijena; en los Monegros no se resisten a los Dulces de las Clarisas de Monzón.