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martes, 22 abril, 2025

«Los días en Costa de Marfil no parece que tengan 24 horas»

La ONG Sumun nació en tierras montisonenses en el año 2005 de la mano de Estrella Lalueza. Desde entonces ha llevado a cabo numerosos proyectos en este país africano donde residió durante siete años. Uno de sus principales objetivos está dirigido a mejorar el acceso a la educación de los niños, sobre todo en zonas rurales. Para recaudar fondos con los que desarrollar nuevas iniciativas en los meses venideros, han puesto a la venta un calendario solidario que se puede adquirir por 5 euros en diferentes establecimientos de Monzón. Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero.

Cualquier aportación, por mínima que sea, es bien recibida en el seno de la ONG SUMUM, que ya prepara con mimo los proyectos a desarrollar en 2021: uno de los principales es la alfabetización de unas 150 mujeres que trabajan en una cooperativa agrícola –existe un convenio para que el 30% de lo que produzcan en ella, sea utilizado para alimentar a los niños en los comedores escolares-. “La venta de calendarios es una manera como cualquier otra de conseguir un poco de dinero con el que poder sacar adelante nuestros proyectos. Por una cantidad simbólica cualquiera puede ayudarnos a seguir luchando por mejorar las condiciones de vida de centenares de personas”, explica Estrella Lalueza, alma mater de la ONG.

Los calendarios incluyen imágenes de los últimos dos viajes con carácter turístico y solidario que han organizado, y se pueden comprar en diferentes establecimientos de Monzón, como la Librería Pape Idea, Joyería Ismael, Naturalmente, Peluquería Silvia Sevillano y Farmacia Ibarz. El dinero recaudado se invertirá en la población de Mahandougou, donde en coordinación con las autoridades locales impulsarán el desarrollo socioeconómico de la zona. “En 2018 comenzamos a organizar viajes a Costa de Marfil en grupos reducidos de unas doce personas. Esta es la mejor manera de acercar a la gente a que conozca la realidad de primera mano y los proyectos que llevamos a cabo”. De cada una de las personas que participan en la expedición, 100 euros van directamente destinados para la ONG. A esto se suma que cada uno de ellos utiliza parte de la capacidad de sus maletas para transportar material escolar, ropa, etc., que la organización reúne durante los meses anteriores.

La experiencia está siendo muy satisfactoria para todas las partes y se ha convertido en una iniciativa que quiere continuar en el futuro. Este año debido al coronavirus no ha podido realizarse. “En septiembre me desplacé hasta allí, pero dada la situación no pude organizar un viaje grupal. Ellos fueron muy estrictos con la pandemia, cerraron fronteras y aislaron las zonas donde aparecieron algunos casos y por suerte el número de muertos no ha sido muy elevado”, explica. Estrella suele ir allí una vez al año, ya que tiene que emplear sus vacaciones para desplazarse hasta tierras africanas, donde la esperan con los brazos abiertos tras un largo viaje. “Cuando te ven aparecer a lo lejos, los escuchas cantar, reír… nos esperan con una gran alegría. Los días en Costa de Marfil no parece que tengan 24 horas. Pasan muchas cosas en poco tiempo, en ocasiones no puedes asimilar todo lo que está ocurriendo a tu alrededor”.

SUMUM es un proyecto familiar, abierto a todos aquellos que desean aportar su grano de arena. Puedes ser socio a partir de 2 euros al mes, aunque existe la posibilidad de realizar una aportación libre cuando desees. Además, realizan proyectos en escuelas, y si eres una empresa “podemos proponerte una colaboración a tu medida. Lo importante es remar todos en la misma dirección”. Uno de los objetivos principales es trabajar por el acceso a la educación, ya que consideran que este es el camino para cambiar el mundo. Por otro lado, han apostado por cooperativas de mujeres a las que les imparten un curso, les aportan material agrícola y les dan clases para lograr su alfabetización; también apuestan por la educación sanitaria (vacunación, prevención de enfermedades, empoderamiento…) y la construcción de escuelas y comedores escolares. Estrella vivió durante siete años en el país e incluso tuvo allí a uno de sus hijos, por lo que conoce a la perfección el terreno en el que operan. “Contamos con un par de personas de confianza en las que nos apoyamos durante todo el año; sin ellos sería prácticamente imposible”. Por otro lado, desde tierras aragonesas y catalanas cuentan con una treintena de socios y colaboradores cuyas aportaciones son indispensables. Por citar algún ejemplo, la arquitecta montisonense Elisa Ciria está desarrollando un proyecto de bioconstrucción que permitiría construir una nueva escuela.

DE BOSNIA A COSTA DE MARFIL, PASANDO POR SIERRA LEONA
Los inicios de Estrella en el cooperativismo datan de la década de los años noventa, cuando viajó a Bosnia como voluntaria de la mano de la ONG vasca SOS Balkanes. “Veía las noticias y algo me empujó a ir allí para intentar ayudarles. Fuimos con un “Cuatro Latas” desde Bilbao hasta la zona de conflicto. Recuerdo que el coche estaba tan destartalado que cuando llovía se nos llenaba de agua y teníamos que sacarla con vasos”, rememora sonriente. Allí comenzó una andadura que le llevó a formarse profesionalmente para así poder ser realmente útil. Marija, como la bautizaron en los Balcanes es veterinaria, enfermera y ha cursado un máster en medicina humanitaria. “Viví la guerra en primera persona y eso me marco, ves cosas que no quiero ni repetir. La violencia era brutal. Me implique mucho y llegó un momento en que la única opción era salir de allí”. Después ha regresado en numerosas ocasiones y recuerda emocionada cuando alguno de los niños con los que trató durante la guerra, se han puesto en contacto con ella a través de redes sociales muchos años después para darle las gracias.

Médicos del Mundo le ofreció supervisar un proyecto en Sierra Leona y allí que se fue; un paso intermedio antes de llegar a Costa de Marfil, país en el que desembarcó en 2003 y al que sigue muy vinculada, hasta el punto de no descartar volver a vivir allí en un futuro no muy lejano. “Cuando comencé a trabajar, el país estaba en plena guerra civil, las necesidades eran enormes y los recursos escasos. Decidí formar mi propia ONG con sede en Monzón, para de esta forma poder optar a ayudas y subvenciones, además de canalizar las donaciones que recibía por parte de amigos y conocidos”, relata.

Durante los últimos años la ONG SUMUM ha visitado diversos colegios, tanto de Monzón como de otras poblaciones de los alrededores, donde ha llevado a cabo diversas iniciativas con escolares. “Los niños son el futuro y por eso es tan importante inculcarles un espíritu solidario”, resalta. A través de campañas como “Ningún niño sin mochila” han logrado recoger numeroso material que después han repartido en los poblados donde consideran que hay más necesidad.

Actualmente, aunque la evolución del país ha sido positiva durante los últimos tiempos, sigue habiendo zonas, eminentemente rurales donde la pobreza es atroz. “Algunos niños tienen que andar varios kilómetros para acudir al colegio, no tienen nada que comer y en ocasiones incluso han llegado a desmayarse. Por eso le estamos dando tanta importancia a los comedores escolares, ya que al menos les aseguramos una comida al día”, concluye.

Mientras le quede un gramo de fuerza, nuestra protagonista va a seguir luchando por una tierra que considera su segunda casa; donde tanto cariño ha recibido y tanto ha aprendido de una vida, que puede ser a la vez tan sencilla, como complicada queramos hacerla los seres humanos.

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