La pandemia del coronavirus ha alterado nuestra vida en todos los órdenes (sanitario, laboral, cultural, social, económico…) y el de las tradiciones de tenor religioso no ha sido ajeno a la perturbación. Así, la suspensión de las celebraciones propias de la Semana Santa conlleva en Monzón el “dolor añadido” de la pérdida de la romería a la ermita de la Virgen de la Alegría, fiesta local de gran arraigo popular que se enmarca en el Lunes de Pascua.
Este reportaje centrado en el eremitorio que corona el cerro de Lascellas obedece a tres razones. Primera: la revista que el lector tiene en sus manos se llama “La Alegría de Monzón” y quiere hacer honor a su nombre. Segunda: la romería siempre ha supuesto un punto de inflexión en el calendario de los montisonenses (el adiós definitivo al invierno, cabría decir) y no debe pasar desapercibida aunque la tiranía del virus cierre puertas y acalle campanas. Y tercera: el fervor que despierta la advocación mariana en gran número de ciudadanos exige al menos un recordatorio.
Breve historia
El Día de la Alegría mezcla religión y fiesta, fervor y bota de vino, y se distingue por la atracción que suscita entre todas las edades. En el templo, el desfile de personas que se dirigen al camarín de la Virgen para besar su manto es incesante desde primeras horas de la mañana. Unos han llegado chino chano por el camino tradicional, otros en vehículos. Desde hace un par de décadas, se ha perdido la costumbre de subir en collas en tractores engalanados, y también la de hacer carne a la brasa en los aledaños del cerro (el Gobierno de Aragón impone la prohibición de encender fuego al aire libre). Los turroneros plegaron mucho ante
El grupo folklórico “Aires Monegrinos” de Sariñena pone las jotas, los peñistas de “La Trifulca” los huevos fritos (ojo: 300), el Ayuntamiento la longaniza y la repostería, la parroquia tres misas… y los romeros el afán de abrillantar una seña de identidad de la ciudad, como lo son el castillo, San Mateo y Santa Bárbara. Sobre las dos de la tarde, debido a la citada prohibición de hacer fuego, el personal se recoge en casetas de campo, torres y restaurantes. Este año, el ritual se escenificará en la memoria y en los corazones.
El grupo folklórico “Aires Monegrinos” de Sariñena pone las jotas, los peñistas de “La Trifulca” los huevos fritos (ojo: 300), el Ayuntamiento la longaniza y la repostería, la parroquia tres misas… y los romeros el afán de abrillantar una seña de identidad de la ciudad, como lo son el castillo, San Mateo y Santa Bárbara. Sobre las dos de la tarde, debido a la citada prohibición de hacer fuego, el personal se recoge en casetas de campo, torres y restaurantes. Este año, el ritual se escenificará en la memoria y en los corazones.
En el cerro de Lascellas, a medio camino entre Monzón y Pueyo de Santa Cruz, hubo en época romana algún tipo de edificación y en la medieval un pequeño recinto amurallado, y varios autores sitúan los orígenes de la actual ermita dedicada a la Virgen de la Alegría en los tiempos del rey Jaime I el Conquistador, que vivió tres años de su infancia en el castillo ribereño, tutelado por el Temple.
El historiador montisonense Francisco Castillón Cortada, fallecido hace pocos años, demuestra con documentos rescatados de ancianos archivos que en 1584 ya existía la Cofradía de la Virgen de Lascellas (“… el Lunes de Pascua se va en procesión a Santa María de Lascellas, con asistencia de representantes de todos los conventos e iglesias de la ciudad…”), y cita otro ejemplo del pulso del singular cerro: “…en 1626, el rey Felipe II, al salir de Monzón después de hacer la proposición de las Cortes, tuvo interés en visitar el santuario y comió en la ermita”.
En la Guerra de Secesión de 1642, el edificio mariano (más grande o más pequeño) sufrió grandes destrozos, y las obras de reparación y ampliación de la planta y las dependencias acontecieron en 1758 (“en el siglo XVIII cobró gran fuerza el culto a la Virgen de la Alegría”, dice Francisco Castillón). El inmueble resultante de los trabajos dirigidos por Martín Matas, racionero de Santa María del Romeral, fue el que vieron y visitaron los montisonenses y vecinos de la redolada hasta 1936. En la guerra civil se repitieron los destrozos, de los que no se libró la imagen de la Virgen.
En el albor de la década de los cuarenta del siglo XX, tiempo en el que ocupaba el puesto de alcalde Ángel Corvinos Franca, se procedió a una restauración de urgencia “que reparó puertas, ventanas y poco más”, y el 6 de abril de 1942 se llevó en procesión a la ermita una imagen de la Virgen donada por el citado primer edil y su esposa, Pilar Dueso. A partir de entonces, los trabajos de mantenimiento fueron mínimos, y el santuario tocó fondo en 1975, año en que el Ayuntamiento decretó el cierre por el peligro de desplome. La imagen de la Virgen se guardó en un ábside de la iglesia de Santa María, y cada Lunes de Pascua los feligreses la subían al cerro de Lascellas para celebrar la misa al aire libre. La devoción, en todo caso, seguía viva.
La ermita resurge
A finales de los setenta, un grupo de montisonenses se coordina para encarar las obras de reparación integral. El párroco, mosén Manuel Linés, bendice la iniciativa y desde el púlpito le da alas. El Ayuntamiento, liderado por el comunista Joaquín Saludas, no se inhibe, sino todo lo contrario (el edificio es de propiedad municipal). En el libro “El castillo de Monzón”, Francisco Castillón Cortada escribe: “Se formó una Comisión para recaudar donativos, y en un año se recogieron 894.348 pesetas. Además, muchos vecinos se comprometieron a colaborar con materiales y mano de obra. El 2 de mayo de 1980 se presentó al público el proyecto elaborado por el arquitecto Germán Alvira, y hasta se dieron charlas en Barcelona para recaudar fondos. El Ayuntamiento apoyó la restauración con donaciones fijas y mano de obra. Se puede decir que de una u otra manera colaboró todo el pueblo”.
A finales de los setenta, un grupo de montisonenses se coordina para encarar las obras de reparación integral. El párroco, mosén Manuel Linés, bendice la iniciativa y desde el púlpito le da alas. El Ayuntamiento, liderado por el comunista Joaquín Saludas, no se inhibe, sino todo lo contrario (el edificio es de propiedad municipal). En el libro “El castillo de Monzón”, Francisco Castillón Cortada escribe: “Se formó una Comisión para recaudar donativos, y en un año se recogieron 894.348 pesetas. Además, muchos vecinos se comprometieron a colaborar con materiales y mano de obra. El 2 de mayo de 1980 se presentó al público el proyecto elaborado por el arquitecto Germán Alvira, y hasta se dieron charlas en Barcelona para recaudar fondos. El Ayuntamiento apoyó la restauración con donaciones fijas y mano de obra. Se puede decir que de una u otra manera colaboró todo el pueblo”.
El remozado santuario fue inaugurado el 4 de abril de 1983. Castillón lo recuerda así: “El Lunes de Pascua, fiesta mayor de la ermita, a las nueve y media de la mañana, salió del templo de Santa María, acompañada del volteo de campanas, la comitiva con la imagen de la Virgen llevada a hombros y acompañada de miles de monzoneros hasta su nueva morada en el monte de Lascellas. A su paso por las calles de la ciudad, con los balcones engalanados, fue vitoreada con cantos de jota, aplausos y múltiples demostraciones de afecto. (…) El obispo de la diócesis, revestido de pontifical, con mitra y báculo, recibió la imagen a la entrada del templo, entre aclamaciones y cantos, y fue colocada en su camarín”.
El historiador detalla que la Junta rindió cuentas de su gestión en junio de 1984, y que los libros reflejaban un gasto real invertido por un monto en la raya de los 26 millones de pesetas. La Junta o Comisión derivó en la Asociación Virgen de la Alegría, que se consolidó y ha trabajado sin interrupción, encargada de los trabajos de mantenimiento y de las mejoras que se han visto oportunas: cambio de la línea eléctrica, limpieza del pozo ciego, servicio de agua, reparación de grietas, consolidación de los muros de sillares, colocación de vidrieras y otros ornatos en la iglesia….
Sabaderos
Al hablar de obras en la ermita resulta obligado mencionar en un aparte resaltado a los “sabaderos”, nombre popular de los vecinos que, a título altruista, se reúnen los sábados de primavera (cuando hace bueno, vaya) para llevar a cabo trabajos de reparación y embellecimiento del lugar, incluida la plantación de arbolado. Unas veces han sido seis, otras doce. La mayoría, jubilados.
A la marcheta, sin prisa pero sin pausa, los “sabaderos” limpiaron y desbrozaron, arreglaron la pared de la escalera que lleva al bar, restauraron las gradas de La Cruz (a los pies del cerro) y el propio monumento, y dedicaron dos campañas a la plazoleta del obelisco, donde sujetaron el muro, levantaron branquiles, abrieron desagües e instalaron una fuente. Cada año, los romeros del Lunes de Pascua se sorprendían ante las nuevas obras.
La última empresa consistió en la reparación del muro principal, el que rodea lo alto del cerro, un trabajo de envergadura repartido en varias campañas y que requirió la instalación de andamios. En relación con los trabajos de plantación de arbolado, riego y poda, rescatamos este apunte de hace unos años de José Luis Cazcarra, portavoz de la cuadrilla: “Empezaron Antonio Barrio, Paco Laborda y Pablo Ferrer, y ahora se encarga de todo Cosme Martínez, el panadero. Lo que ha hecho es para quitarse el sombrero. La asociación facilita las plantas y él ha montado la instalación de riego por goteo. Lo tiene impecable”.
Epílogo: al muro superior le falta un empujón para darlo por acabado. Este año, los “sabaderos” no han trabajado porque la edad pasa factura a espaldas, rodillas y músculos. Cazcarra deja en el aire el llamamiento a la incorporación de nuevos voluntarios que suplan las bajas, y apostilla que sería bueno que cuatro o cinco fueran “jóvenes”.
Monolito – 25 aniversario
En 2008 se conmemoró el 25 aniversario de la conclusión de las obras de restauración. Dentro del programa de actos, el 5 de abril fue bendecido el monolito colocado a los pies de las escaleras que suben a la ermita. Lo donó Hidro Nitro Española y la placa reza: “A todos los que hicieron posible que el 4 de abril de 1983 finalizase la restauración de la ermita de Nuestra Señora de la Alegría”. La emotiva ceremonia la presidió mosén Manuel Linés.
El responsable de la Asociación en los años ochenta, Vicente Canales, rememoró aquel día lances y anécdotas: “Nunca estuvieron las cuentas en números rojos. De una forma u otra, ladrillo que se ponía, ladrillo que se pagaba. Recuerdo dos casos curiosos que dan idea de cómo se volcó la mayor parte del pueblo: una señora, no precisamente sobrada de dinero, nos dio quinientas pesetas al mes durante el tiempo que duraron las obras, y un señor nos entregó la cantidad íntegra del premio de la Lotería del Niño que cayó en las papeletas repartidas por la Caja de Ahorros (la actual Ibercaja), unas 165.000 pesetas”.
El 1 de mayo, los actos de festejo del 25 aniversario concluyeron con la romería-procesión que trasladó la imagen de la Virgen al monte de Lascellas desde la catedral de Santa María del Romeral, donde permaneció diez días y los devotos le ofrecieron una novena. La peana la portaron hombres y mujeres. Se cantó el rosario y presidió la comitiva el obispo de la Diócesis Barbastro-Monzón, Alfonso Milián, escoltado por el párroco, mosén José Huerva, y varios sacerdotes. Los estandartes de las cofradías de la ciudad abrieron el cortejo formado por unas 250 personas.
Salou-Monzón
Allá por 2003, el Grupo Social “Joaquín Costa” de Vilaseca-Salou, en el que militan muchos montisonenses que recalaron en la costa tarraconense a mediados de los setenta como consecuencia de una reestructuración laboral en el seno de la empresa Aiscondel, organizó una romería muy particular a la que denominó Camino Salou-Ermita de la Alegría. Reto: recorrer los 170 kilómetros que separan la playa de Salou de Monzón en seis etapas (las pernoctas estaban programadas).
La idea se le ocurrió a Vicente Torres y enseguida le secundaron Paco Bonet y Ángel Martínez. En la primera edición anduvieron doce valientes (apuntalados por coches de apoyo). Salieron del mar el Lunes Santo y la última etapa enlazó Monte Julia y la ermita de la Alegría. Esta fue la única vez que el Camino se hizo de una tacada. En las siguientes (fueron siete u ocho más), las etapas se hicieron en sábados más o menos correlativos con la fórmula de utilizar un autobús o coches particulares para acercar a los caminantes a los puntos de salida.
La hoja de ruta de 2007 sirve para hacerse una idea de la caminata (cabían pequeñas variaciones): Salou-Coll d´Alforja (del mar a las primeras estribaciones rocosas); Cornudella-Ulldemolins (las montañas del Monsant); Ulldemolins-Bellaguarda (los llanos de Lérida, en la comarca de Las Garrigas); Torrebesses-Vallmanya (frutales y viñedos); San Miguel-Binaced (paradas en Valonga y Monte Julia); y Binaced-Pueyo de Santa Cruz-Cerro de Lascellas. Si alguien quiere recuperarlo, dispone de huella.
Nos vemos
Sin duda, se celebrarán más romerías a la ermita de la Virgen de la Alegría. Y en ellas nos veremos, y recordaremos como un mal sueño la que nos robó el coronavirus en 2020 (la que vamos a hacer desde el corazón). Y volveremos a apretarle el culo a la bota de vino, y a compartir secallona e ibéricos, y nos haremos fotos en el camarín, y aplaudiremos las jotas de Paco Lasierra “el Chato” y de quien le suceda, y unos asistirán a misa y otros no, y brindaremos por la primavera y por la vida. Como ha ocurrido en Monzón desde tiempo inmemorial cada Lunes de Pascua.