Los hermanos Janer, Javi y Marcos, lograron en septiembre de 2015 junto a un grupo de exploradores españoles un gran descubrimiento arqueológico en tierras peruanas: un santuario inca y una necrópolis con decenas de tumbas en cuevas. El próximo 13 de abril se estrenará en Vitoria el documental de esta gran aventura “En busca de la Ciudad Perdida”, un buen momento para repasar con estos expertos montañeros las experiencias del que fue el viaje de sus vidas.
Emulando a Indiana Jones, un grupo de intrépidos exploradores encabezado por el vitoriano Miguel Gutiérrez pusieron rumbo a Sudamérica para buscar en una zona recóndita de los Andes restos de reductos incas. Un territorio inexplorado y con graves problemas de seguridad debido a la presencia del grupo terrorista Sendero Luminoso y al narcotráfico. Esta circunstancia no echó para atrás la inquietud de esta expedición con presencia montisonense. El objetivo que se marcaron desde el primer momento fue localizar en el terreno, una zona en la que a través de imágenes satélite se apreciaban unos recintos rectangulares que podrían haber sido edificios siglos atrás.
“Conocí a Miguel en Zaragoza cuando coincidimos en el Colegio Mayor Pedro Cerbuna durante mi época universitaria. Desde entonces habíamos mantenido una estrecha amistad y me tenía al tanto de sus viajes y proyectos. Hace un tiempo le acompañé a Guinea Ecuatorial en busca de información para uno de sus libros”, explica Marcos Janer. En 2015 sus caminos volvieron a reencontrarse, pero esta vez también su hermano Javi se unió a la expedición. “Acudimos a una reunión en Vitoria para conocer más detalles y aquello nos cautivó. Nos organizamos laboralmente de la mejor manera posible y nos fuimos a Perú durante un mes”, relatan. Mars Gaming patrocinó la expedición, pero aun así cada uno de sus integrantes tuvó que aportar una importante cantidad de dinero para costear todos los gastos que acarreaba el viaje: billetes, material…
Selva y montaña, territorios inhóspitos entre dos mil y cinco mil metros de altitud, cambios bruscos de temperatura, lluvia, granizo, terroristas, aldeanos desconfiados, narcotraficantes… y entre todos estos condicionantes, un grupo de aventureros dispuestos a encontrar La Ciudad Perdida. “Trazamos un itinerario y acompañados por un guía y varios arrieros comenzamos el recorrido. Eran largas jornadas a pié, muchos kilómetros de distancia con gran desnivel. A través de un GPS seguíamos las coordenadas que teníamos marcadas para explorar algunas zonas en las que creíamos que podíamos encontrar restos de valor arqueológico. En algunos casos recorríamos pequeñas sendas marcadas entre poblaciones, pero otras muchas veces teníamos que abrirnos paso entre la maleza de la selva a golpe de machete o escalar montañas prácticamente infranqueables. Era como buscar una aguja en un pajar”, explican los hermanos Janer, que rememoran con entusiasmo lo sucedido hace dos años y medio.
Las dificultades con las que se toparon, provocó que no pudieran inspeccionar ni la mitad de los territorios que tenían previsto; en algunos momentos incluso llegaran a temer por su vida. “Es una zona denominada de autodefensa, allí no hay ni policías, ni militares; los narcotraficantes de cocaína y los terroristas de Sendero Luminoso son los que dominan el territorio. Cuando llevábamos un par de semanas de ruta llegamos a un poblado donde nos amenazaron y tuvimos que salir de allí lo más rápido posible. Alquilamos un vehículo y a través de una pista forestal nos sacaron de la zona de peligro”.
Esa circunstancia provocó que se replantearan la ruta, ya que el contratiempo había sido de severa importancia. Mientras reunían el material y esperaban a los arrieros decidieron realizar varias incursiones próximas a la zona donde habían sido evacuados, y fue allí donde localizaron un importante centro ceremonial inca. Unas ruina de las cuales la ciencia arqueológica no tenía constancia. También dieron con una necrópolis con decenas de tumbas en cuevas, todo ello asociado al reino de Vilcabamba, situado a unos 150 kilómetros al noroeste de Cuzco.
Dada la magnitud del descubrimiento, la marcha de reconocimiento se dio por finalizada; documentaron los hallazgos y realizaron la pertinente comunicación al gobierno peruano. “La expedición superó todas las expectativas. Miguel regresó a España rápidamente para consultar con expertos. Nosotros aprovechamos para hacer turismo y disfrutar de unos días de vacaciones que nos habían quedado libres inesperadamente”. Mientras, la prensa a nivel mundial comenzaba a hacerse eco de semejante hallazgo; la prestigiosa revista National Geographic titulaba “Un equipo de españoles descubre un centro ceremonial inca”. En cambio otras publicaciones se centraron más en la posibilidad de que en las ruinas descubiertas se hubieran sacrificado seres humanos. “Según afirman los expertos existe la posibilidad que en este lugar se realizarán ofrendas humanas a los dioses para pedir sus favores a través del rito Capacocha”.
Una historia de película y que casi tres años después va a ver la luz tanto en el cine como en la televisión de la mano del director Aitor González de Langarica. La fecha señalada para el estreno es el próximo 13 de abril en los Cines Florida Zinemak de Vitoria. “Algunos de nuestros compañeros de expedición ya lo han podido ver y nos hablan maravillas. En el documental se incluyen entrevistas con todos nosotros y numerosas imágenes grabadas durante la expedición. En los cines se proyectará una versión extendida de alrededor de una hora y media. Nuestra intención es poder acudir a la presentación”. La proyección también llegará a la capital mediocinqueña, en principio será el 5 de mayo en el Cine Victoria. “Hay bastantes frentes abiertos en cuanto a la proyección del documental. Esperamos muy pronto anunciar la fecha en la que todos nuestros vecinos puedan verlo aquí y conocer de primera mano el descubrimiento que realizamos y todo lo que vivimos”. Por otro lado, ETB, la televisión vasca emitirá el documental en los próximos meses y Aragón Televisión también está interesada en hacerse con el metraje.
Por el momento los hermanos Janer no vislumbran en el horizonte ninguna aventura similar a la que vivieron en 2015. El tiempo es oro y ahora mismo su trabajo no les permite ausentarse durante largos periodos. “Miguel nos animó a que lo acompañáramos el año pasado a El Áritco, pero a nuestro pesar tuvimos que decirle que no. Tenemos una empresa de instalaciones y mantenimiento de calefacción, climatización, agua y gas (Clifongas). Irnos los dos a la vez como cuando fuimos a Perú es muy complicado que lo repitamos, aunque nunca se sabe. Estamos abiertos a lo que nos depare el futuro”, afirman, a la vez que sus ojos brillan de una manera especial, como cada vez que rememoran sus andanzas por las recónditas tierras peruanas.