Santiago Torres se llevó una grata sorpresa el pasado 9 de junio cuando su Lambretta Li150 fue premiada en tierras sorianas en una concentración internacional que reunió a más de un millar de personas. Este joven montisonense ha restaurado esta scooter adquirida por su abuelo en 1961, y que tras más de treinta años sin circular ha vuelto a la actividad por el asfalto reconvertida en un vehículo clásico.
La localidad de Albejar, situada en tierras sorianas, acogió la reunión anual Eurolambretta que reunió a alrededor de 1.200 personas. La mitad llegaron desde tierras británicas, el resto de participantes llegaron desde Alemania, Francia, Austria, Suiza, Portugal, Argentina, Estados Unidos, Australia… además de unos 300 españoles. Hasta allí se desplazó Santiago Torres con su flamante motocicleta de 150cc junto a otros cinco compañeros del SCAA (Scooter Club Azanuy-Alins). “Mis compañeros me animaron a presentar la moto a un concurso de elegancia que realizaban en la concentración. Después de un examen exhaustivo por parte de los jueves y para mi asombro, fue elegida la mejor Lambretta L1150 serie 2 Eibar. Fue un orgullo recibir este reconocimiento a nivel europeo. Los amantes de este hobby saben el esfuerzo y sacrifico que conlleva tener un vehículo clásico y este premio me hizo sentir realizado por el esfuerzo y dedicación”, explica Torres.
Una scooter que se ha ganado una segunda vida gracias al encomiable trabajo de este montisonense de treinta años. Los orígenes del vehículo datan de mayo de 1961 cuando fue comprada por Santiago Torres (abuelo de nuestro protagonista) su hermano. “Tenían un taller dedicado a la mecanización y reparación de maquinaria. Con la moto transportaban la caja de herramientas en la parte de atrás y con ella de se desplazaban donde fuera necesario, tanto para reparaciones como para labores comerciales”. Una moto que también realizó múltiples viajes a Barcelona o Sabiñánigo, rutas que debían hacerse interminables, ya que la máxima velocidad que alcanzaba era unos 80 kilómetros por hora.
En 1980 la Lambretta tras casi veinte años de servicio terminó en un garaje de Monzón y no volvió a circular. “En 2003 mi padre la trajo a casa para restaurarla. Le hacía mucha ilusión volver a circular con ella. La primera vez que la vi estaba en un estado lamentable y con 66.000 kilómetros en el marcador. Jamás pensé que me embarcaría en un proyecto de restauración”, explica Torres. En el 2004 y con tan solo 16 años, comenzó a desmontarla y a catalogar las piezas y a lijarla a mano. Tras esos primeros trabajos, la guardó en cajas y hasta diez años después volvió a caer en el olvido, hasta que Santiago retomó la restauración hasta completar el proceso. “En 2016 me saqué el carné, pase la ITV sin ningún problema y comencé a utilizarla”.
Para obtener el resultado actual, la moto se desmonto por completo quitando hasta el último de los tornillos y remaches. Se hico un listado de las piezas que estaban totalmente inservibles y había que sustituir por unas nuevas. En la chapa se realizo un intenso trabajo para desdoblar los bordes de los reposapiés y los bollos del guardabarros. Después se puso el aparejo, la imprimación y la pintura. “Como de la pintura original no quedaba nada, me decante por un color moderno y metalizado. En los cofanos y reposapiés se puso anti gravilla, un detalle que antes no llevaba”.
Una vez terminado el proceso de chapa y pintura. Se procedió a la restauración de la parte mecánica. Se desmonto el motor y se verificaron todos sus elementos, sobretodo el pistón y el cilindro de 150cc. “Se pulió el conjunto de la caja de cambios que es de aluminio y se barnizo. Con la gran suerte, que muchos de sus elementos estaban en muy buenas condiciones, el piñón, la corona, los engranajes del cambio, el cigüeñal, la biela, el cilindro, el pistón… También cambiamos todos los elementos tales como rodamientos, retenes, juntas, el tensor de la cadena y juntas tóricas».
La última fase llegó con el montaje de todos los elementos. “Nos hicimos con una Lambretta que estaba montada y así no perdernos ningún detalle. No escatime en detalles, el cableado se pasó por un tubo cromado y flexible para protegerlo, la tornillería pasante y que soporta la carrocería en inoxidable, tuercas ciegas, etc». Las ruedas son de cámara como eran en la época, nada moderno tipo tubeless. Luego le di unos toques para personalizarla, siempre con elementos que se puedan desmontar y sin modificar nada de su estructura. “Es muy satisfactorio poder disponer de un vehículo tan emblemático que conserva en su gran mayoría los elementos de fábrica. Un detalle muy importante para los amantes de los clásicos”, concluye. Una moto que gracias al trabajo de Santiago recorre las carreteras con elegancia pilotada por la tercera generación de la familia Torres.