Recuperamos este artículo publicado en la Revista Digital Monzo-Basket en enero de 2015 y escrito por el montisonense Guillermo Uguet. El texto refleja las penurias de los últimos años del siglo XIX o la constitución de la subcomisión local de Cruz Roja en Monzón en 1874 presidida por Mariano de Pano.
Las guerras de Ultramar en la última década del siglo XIX fueron un drama social de amplio alcance. El servicio militar obligatorio suponía escasez y riesgos tanto por la acción militar en territorios hostiles como por la dureza de la climatología tropical húmeda (Filipinas, Puerto Rico y especialmente Cuba, Melilla aparte…). Pero también dejaba miseria y riesgos en casa si se trataba de los hijos de las clases bajas (muy amplias en una sociedad agrícola), condenando al hambre a muchas de ellas, absolutamente dependientes de las peonadas y/o de la emigración temporal en su busca.
La movilización obligatoria podía redimirse en caso de pagar unas cantidades al Estado (1500 pesetas de la época es una cifra bastante repetida en las citas) en cuyo caso eras sustituido por otro. Está claro que unas clases medias y altas se podían beneficiar de estas reglas en detrimento de unas bajas que se veían abocadas al drama en el frente y en sus casas.
En la provincia de Huesca, digamos que de los Somontanos hacia las tierras bajas, era habitual tener que buscar en Barcelona (Cataluña en general) peonadas que completaran las que se ofrecían en algunos meses en los entornos propios (y más en años de sequía y sin que el Canal, tantas veces prometido y reclamado, seguía sin ser realidad). En las tierras medias-altas la búsqueda llevaba hasta Francia.
Muchos de los llamados a filas optaron por convertirse en prófugos y marcharon a Francia buscando evitar la guerra y también lograr trabajo. Fue de tal alcance la emigración motivada por los llamamientos a filas que en Francia surgieron protestas sindicales ya que la sobreoferta de brazos provocó un hundimiento de los precios por peonada y la dificultad para conseguirlas. A la expatriación unieron el hambre, el rechazo social y muchos optaron por volver y esconderse en las montañas o hacer caso de la oferta estatal de olvidar su huída e incorporarse a filas como si nada hubiese pasado.
Repatriación
En Cuba se ha estimado que murieron unos 56.000 españoles. De ellos 3.600 aragoneses. Una parte ínfima por heridas o acciones militares (casi siempre guerra de guerrillas). La inmensa mayoría abatidos por los generales malaria, cólera y disentería, así como la escasez de pertrechos y la desnutrición (“unas galletas y la fruta que se iban encontrando”). Tuberculosis, fiebre amarilla, vómito negro, etc.. están también entre las causas más frecuentes de muerte. Cuando empezó la repatriación de los heridos incapacitados para seguir en Ultramar, o los enfermos graves, se empezó a gestar la idea del drama de cuanto ocurría en la colonias, más allá del hábito nacional de echarle la culpa a alguien (en ésta ocasión al ejército). Al entrar USA en el conflicto con los mambises, por evidentes intereses económicos, la guerra se acabó. Y los americanos dieron el 1 de Diciembre de 1898 como fecha tope para la repatriación. El drama del regreso multiplicaba por mil al del conflicto.
El malestar por la debacle colonial se disolvió dispersando los puertos de llegada. No hubo lógica en su organización y los embarques nunca tuvieron en cuenta la agrupación por los destinos finales. A la penuria y dureza del viaje en barco se añadía el viaje por ferrocarril a destinos que podían estar a muchos centenares de kilómetros. Una vez en puerto eran “filtrados” por la sanidad militar e internados en Hospitales militares y civiles los enfermos graves. Los embarcados en los trenes debían parar en ciudades concretas donde el médico titular estaba obligado a repetir la revisión e internar a los que habían agravado su estado durante el viaje. Monzón era una de dichas estaciones de control.
Cruz Roja
En Marzo de 1874 se constituye la subcomisión local de Cruz Roja en Monzón presidida por Mariano de Pano (la Internacional fue en Febrero de 1863 y la Española en julio de 1964), en pleno conflicto de la III guerra carlista. Como en otros lugares la idea se enfrió y sería con las obligaciones y sensibilización por las necesidades de la repatriación masiva cuando se funda en muchísimas ciudades la Cruz Roja local. En Monzón también.
Salían a la llegada de los trenes de repatriados para pasar visita médica, aportar ropa, mantas y alimentos como caldo caliente, leche, carne, pan, vino, bizcochos o azucarillos. Un lujo para gente que carecía de ropa para nuestro clima en otoño y con dietas de viaje escasas, más la desnutrición crónica. Si el doctor veía viajeros en condiciones límite lo ingresaban en el Hospital Municipal (reconocible en la foto inferior) que se remozó para que tuviera las mejores condiciones de salubridad y material suficiente y de calidad. Solo entre el 11 de Septiembre y el 15 de Octubre de 1898 constan 24 soldados ingresados, de los que falleció uno.
La primera junta
En Septiembre de 1898 se decide fundar una asociación con los estatutos de Cruz Roja, conmovidos por las necesidades. Organizan los servicios y colectas por las comarcas vecinas. José Desy fue el alma mater y secretario; el presidente honorario el párroco Pedro Collel; Luis Valldaura (cirujano titular) el Presidente ejecutivo; Manuel Castro y Casas, vicepresidente; Ramón Pano el Tesorero; Enrique Cabrera el vicesecretario y como vocales Juan José Martinez, José Ibarz, José Barrabés, José Rivera y Francisco e Ignacio Tarrafeta.