A finales del pasado mes de mayo, el periódico ABC dedicaba un artículo de tirada nacional a este célebre dibujante, el más famoso del país antes de la Guerra Civil. La publicación omite la población de Monzón, la cual jugó un papel fundamental en la vida de Joaquín Xaudaró. Así como tampoco explica la procedencia del personaje más famoso que creó, su perrito, el cual tiene sus orígenes en la plaza Mayor de la capital mediocinqueña en el año 1914.
“Hoy, del perrito de Xaudaró, no se acuerda casi nadie. En las primeras décadas del siglo XX fue más popular que otros personajes hoy de fama mundial de la factoría Disney. La vorágine del tiempo puede con todo. En un país de amnésicos desagradecidos te olvidan en cuanto se te ocurre la tontería de morirte e incluso mucho antes, lo que aún es peor”, afirmaron en 2003 los humoristas gráficos madrileños Gallego&Rey. Esto es solo un reflejo de la importancia adquirida por este animal en los años veinte del siglo pasado, que aparecía a diario en las viñetas de ABC.
A tal punto llegó su popularidad que el mítico portero de la selección española, Ricardo Zamora, lo adoptó como mascota del equipo nacional. Lo hizo durante una entrevista publicada en Estampa, donde un periodista preguntó al jugador por qué la selección no tenía mascota y este, ágil, abandonó el café donde se encontraban para comprar uno de los famosos muñecos de trapo de la criatura creada por Xaudaró. La anécdota refleja las dimensiones de una figura creada en un principio para completar sus dibujos, evitando así las manchas en los tirajes de linotipia, para después pasar a ser el sello de identidad del artista.
A través de un escrito de Manuel Castro Reñina (marido de María Teresa Olivera de Castro) hemos podido conocer el origen montisonense de este personaje de ficción inspirado en un perro real que frecuentaba la plaza Mayor. La explosión de la Gran Guerra en el verano de 1914 le impidió incorporarse a su trabajo en París. Mientras esperaba ofertas para encimar su carrera en España, decidió quedarse en su casa de la plaza San Juan de Monzón y abrir una academia de dibujo en Lérida. Con la llegada de los primeros calores, varios de los acaudalados veraneantes con posibles decidieron distraerse publicando un periódico llamado Ecos del Cinca. Clemente Nivela Sierra consta como fundador y Fausto Martínez era el coordinador. Un folletín que únicamente contó con dos números de muy pocas unidades cada uno de ellos. En 1968 y bajo el mismo nombre nació una nueva publicación que todavía continúa en marcha en la actualidad.
Rubí, la inspiración de Xaudaro
La presencia del dibujante y humorista en la capital mediocinqueña era noticia obligada en el primer número. Según consta en los escritos, ambos se dirigieron al Círculo de Labradores con la esperanza de lograr una caricatura de ambiente local como colaboración para su folletín. Tras la propuesta, éste solicitó al conserje papel y lápiz, miró la plaza y comenzó a dibujar. Cuando ya parecía terminado, en la última mirada, decide añadir a un galguito inglés que merodeaba por la plaza. Había nacido el perrito de Xaudaró. Conocido como “Rubí” y nacido en Zaragoza, su dueña era la hija del propietario de la “Posada de las Almas”. Esta se había casado recientemente con Faustino Mora, un comerciante afincado en Monzón.
Mucho se escribió en la época sobre la procedencia del perrito: algunos lo atribuían a su imaginación, otros lo vinculaban a Monzón, pero sin precisar, y hasta hubo quienes dijeron que era la representación del Perro Paco, famosísimo en Madrid sobre 1885. El personaje ya preexistía en la cabeza del artista, pero “Rubí” fue la musa y el Ecos del Cinca su primera casa. Años después lo registró como marca y vendió su imagen a empresas de publicidad, de juguetes, de joyerías… “Lo más curioso del perrito es que me está enriqueciendo sin que yo se lo pida. ¡Trabaja en mi provecho como un animal! Varias casas de comercio me compran para propaganda el privilegio de reproducirlo. ¡Pobre inocente! Me ha dado a ganar muchos miles de duros”, comentaba Xaudaró.
En su casa de Monzón es donde se encuentran los originales de muchos de sus trabajos: materiales, paletas, pinceles, cuadros o hasta la patente de alguno de sus inventos. Enrique Casas Xaudaró, nieto del humorista es el encargado de velar por el patrimonio familiar, convertido en improvisado museo. Una casa solariega con prácticamente la misma estructura que en el siglo XIX y la esencia de entonces intacta. Sobre 1850 aproximadamente el mariscal de campo Antonio Ibarz Faure compró la casa y la reformó. Tras la desamortización se subastaron los bienes de la iglesia de San Juan Bautista y pasaron a formar parte del hogar del militar (existen restos de una antigua judería). Un edificio de tres plantas, además de los bajos y un precioso jardín que forman un conjunto de más de mil metros cuadrados. “El mariscal murió sin hijos y la herencia fue a parar a la familia Cabrera. Mi bisabuela ya vivió en aquella casa y allí se crió mi abuela, la futura esposa de Joaquín Xaudaró”, explica el propio Casas, nacido una década después del fallecimiento del humorista.
La casa sigue siendo una caja de sorpresas con abundante material digno de coleccionista. “Mis abuelos vivieron durante un tiempo en Madrid, luego en Francia y después regresaron a la capital de España. En diferentes periodos residieron en Monzón sobre todo para la época de verano. El resto del año la casa estaba vacía y era un administrador el encargado de cuidarla y gestionar las fincas”. Tras su muerte, su viuda vendió la casa de Madrid y regresó a su Monzón natal junto a su hija y las pertenencias familiares. Las cuales conservó en diferentes habitaciones como recuerdo de su marido. Como anécdota Enrique resalta la animadversión de su abuelo por los perros, circunstancia curiosa, siendo este animalillo el que le hizo adquirir una gran repercusión en la época. Como hemos comentado en varias ocasiones, su trayectoria pasó desapercibida en España durante décadas. No fue hasta los años ochenta cuando un profesor en Asturias rescató su nombre del baúl de los recuerdos. Este realizó una exposición de caricaturas bajo el nombre de “Los veraneos del norte de un humorista”. Más adelante, la montisonense María Puy Loscertales se encargó de sacarlo del olvido, y recientemente la editorial aragonesa Taula realizó un gran trabajo de hemeroteca y lo expuso en 2011 en la nave de la Azucarera durante la Feria del Libro Aragonés. “Les agradecemos el cariño y el esfuerzo que han dedicado en reconocer la figura de Xaudaró”, resalta Enrique Casas.
Una familia con muchas historias: dos de los nietos de Joaquín nacidos en Monzón tienen a sus espaldas peculiares vivencias. Uno de ellos murió en 1941 combatiendo en Rusia con la División Azul; en su honor el actual paseo de La Arboleda de la población llevó el nombre de “Enrique Casas” durante tres décadas. Tiempo después de la desagradable noticia, su madre dio a luz a su sexto hijo, al que decidió bautizar como Enrique en homenaje al fallecido. Otro de ellos estuvo como misionero en Guatemala en la zona del altiplano, donde vivían los indios mayas. Allí comenzó montando una pequeña escuela y con el tiempo fue capaz de dar vida a un importante centro de enseñanza. “José María fue muy reconocido en la época. En España le otorgaron la medalla de Isabel La Católica por su labor como médico y misionero. Una condecoración de gran relevancia en la época de Franco. En América abrió los ojos a muchos jóvenes y ello conllevó su rebelión contra la opresión. Cuatro de sus compañeros fueron asesinados por esas circunstancias. Él se libró porque justo entonces estaba aquí de vacaciones. Nunca regresó a tierras sudamericanas”, recuerda un Enrique Casas al que podemos escuchar de lunes a viernes a partir de las 14 horas aproximadamente en Radio Cinca 100, donde teoriza y comenta todo lo referente a la actualidad.
Una casa, un apellido, un perrito con pedigrí nacido del azar y un hombre que llegó a la cima para luego caer en el olvido tras su muerte; todo forma parte de la misma historia. Un relato de otro tiempo, donde Monzón tuvo un papel fundamental. Es de justicia resaltar la figura de Joaquín Xaudaró, un adelantado a su época de la cabeza a los pies al cual no debemos olvidar.
Joaquín Xaudaró, un artista polifacético
Tras morir en 1933, a los 61 años, su figura se fue diluyendo hasta llegar a nuestros días como un desconocido para el gran público, incluso para un importante porcentaje de montisonenses. A algunos el apellido les puede resultar familiar al dar nombre a una de las salas de exposiciones de la Casa de la Cultura, pero poco más.
La polivalencia es una de sus principales virtudes, a lo largo de su vida fue caricaturista, humorista, historietista, escenógrafo, escritor, pintor, cineasta, publicista, ilustrador, inventor… Como refleja la exposición homenaje realizada por Taula, fue primordial su innovación dentro de la historieta española. “Él es precursor en este medio y pionero en la utilización de diversos recursos que han ido evolucionando hasta nuestros días en los que la historieta está ya totalmente integrada en nuestra sociedad y sus códigos son por todos comprendidos. Es a Joaquín Xaudaró a quien hay que agradecer sus innovaciones en el medio”.
Nació en Filipinas en 1872, lugar donde estaba destinado su padre, como Comandante y Director de caminos vecinales. Cuando cumple los once años su familia se desplaza a Barcelona, poco después fallece su padre y se instala con su tío Celso, destacado ingeniero de caminos y empresario catalán. París y Londres fueron otras de las ciudades donde fue educado. Desde muy joven decide dedicarse al dibujo como profesión, y en 1898 la revista Blanco y Negro le ofrece el puesto de redactor artístico y se traslada a Madrid. Su vinculación con Monzón se debe a su esposa, doña Purificación Cabrera. En la plaza San Juan ella poseía una casa solariega, allí residieron durante diferentes épocas de su vida, sobre todo en verano. En ese lugar se gestaron las primeras películas de dibujos animados de España, y también en la capital mediocinqueña nació su famoso perrito.