Clara Pirla es una caja de sorpresas. Hablamos de una mujer polifacética con energía ilimitada para acometer todo aquello que se le presente. Una auténtica correcaminos, no solo por los kilómetros que ha recorrido en bicicleta o volando en su adorada avioneta, sino también por las vueltas sin desmayo que ha dado en la vida con sus poco más de treinta años. Empresaria, monitora, bailarina, ciclista, piloto… y madre, ¡casi nada!.
Desde muy pequeña, Clara estuvo vinculada al deporte con unos primeros recuerdos que están unidos al cross escolar, y más adelante al patinaje y a la natación. «Tenía problemas de espalda, y el médico me recomendó que nadara, así que mis padres me llevaban a Lérida para practicar esta disciplina. También desde muy jovencita practiqué patinaje. Entrenábamos varios días a la semana, y después el fin de semana actuábamos para mostrar las exhibiciones que preparábamos», explica. Sin dejar su vínculo con la actividad física, e influenciada por lo que estaba viviendo en casa, se despertó en Clara una afición que no tardaría en significar para ella una verdadera pasión: volar. Su padre, José Antonio Pirla, es un enamorado en el arte de surcar los cielos. Los inicios de la pequeña fueron con el parapente -su padre le dio las primeras lecciones- y más tarde, y en Castejón de Sos, ya se puso en manos de profesionales para que la instruyeran en la materia. «Me encantaba volar, era una sensación espectacular, un sentimiento de libertad que me cautivó. Realicé un primer curso, y tal y como lo terminé, me quedé una semana más para realizar la parte de perfeccionamiento. Incluso más adelante participé en alguna competición en diferentes puntos de España», asiente. Desde pequeña estuvo vinculada a la competición, siguiendo el ejempo de su padre, que participaba en carreras de motos.
A su afición al parapente, sumó el pilotaje de aviones ultraligeros con los que empezó a volar, en prácticas, a los 16 años. Con la mayoría de edad consiguió el carné que le permitía pilotar estas aeronaves, capaces de superar los 200 kilómetros hora de velocidad punta. Esta predilección por los aviones, llevó a padre e hija a poner en marcha, en Alcolea de Cinca, la empresa Aerocinca. «La gente piensa que tener una avioneta de este tipo es muy caro, pero en realidad, por unos sesenta mil euros puedes tener un ultraligero nuevo. Luego en el mercado de segunda mano hay cosas más asequibles que pueden rondar los treinta y cinco mil. En cuanto al precio de una hora de vuelo en concepto de prácticas, puede alcanzar los 120 o 130 euros», señala la mediocinqueña, que no tardó en seguir progresando: primero, sacándose el carné de avión privado (PPL), licencia que sigue renovando anualmente; y más tarde consiguiendo la titulación de instructora de vuelo. «Tuve que estudiar bastante para conseguir este título, ya que había que realizar varias asignaturas teóricas y otras prácticas. Aquí no te enseñan a volar, sino a que sepas transmitir tus conocimientos a tus alumnos. Al principio estaba un poco nerviosa, porque era la más joven, y la única mujer. Fui pasando exámenes, y finalmente logré mi objetivo». Varios han sido los pilotos que ha formado nuestra protagonista en la Escuela de Vuelo de Binéfar.
Pero aquí no iba a parar su deseo natural de hacer más allá de transitar el cielo a lomos de los ultraligeros de Aerocinca. Y es que bailar no se le da nada mal… «Fueron años muy intensos, no paraba ni un minuto. Antes de cumplir los veinte realicé unas pruebas en una escuela de danza en Barcelona y me cogieron. Bailábamos seis horas al día, y luego por las tardes iba a clase para sacarme el carné de avión», recuerda. Antes de realizar esta prueba en la ciudad condal, Clara cursaba clases de danza clásica y contemporánea en Lérida, donde también estudió Bachillerato. «Antes de cumplir los 16 años ya tuve que irme de casa para estudiar. Maduré muy rápido, dejé de ser una niña muy pronto y a los doce años ya era casi tan grande como ahora», rememora.
De Barcelona se trasladó a Francia, concretamente a Montpellier. Un intercambio entre ambas escuelas le permitió acudir a una de las cunas de la danza, donde consiguió una beca para poder aprender con los mejores profesionales. Clara permaneció casi cinco años en tierras francesas. Tiempo suficiente para conseguir el título de bailarina profesional, y enrolarse en una compañía gala que le permitió bailar por todo el país. «Aprendí francés, viajé mucho, y hacía lo que me gustaba, pero llegó un momento en que por cuestiones personales decidí volver a casa. Llevaba más de diez años viviendo en diferentes lugares, y solo regresaba a Alcolea a visitar a familia y amigos cuando podía. Desde la distancia ayudaba a mi padre con todos los papeleos del negocio, y echaba una mano en lo que podía con diferentes gestiones».
La decisión de regresar a casa le ha permitido retomar el deporte como actividad diaria. Clara es una de esas personas que cuando se pone hace camino; seguro que en la cuestión deportiva mucho tiene que ver la naturaleza física con la que cuenta. El trail running (correr por caminos y montaña) fue durante cuatro años la disciplina por la que se decantó, compitiendo en varias carreras, y consiguiendo excelentes resultados. Primera posición, en la Trail Heaven, en el Valle de Benasque (48 kilómetros), tercera posición en la Vuelta al Aneto (42 kilómetros) y misma posición en el Paso del Onso (25 kilómetros) o en Torla (21 kilómetros). Ya puestos, en el año 2015 probó la bicicleta, en la especialidad de BTT (bicicleta de montaña). Comenzó a participar en carreras de fondo y ultrafondo. «Probé con la bici por cambiar y me gustó. La primera carrera en la que participé incluso me tuvieron que dejar una bicicleta, porque yo ni siquiera tenía. Gracias a mi fondo físico, empecé a conseguir buenos resultados desde el principio. La verdad es que no lo esperaba».
Gracias a un amigo, Clara paso a formar parte de un equipo femenino madrileño (Singular Bikes), que le dio la oportunidad de participar en varias carreras a nivel nacional. Los resultados llegaron pronto: subcampeona de España XCM M30 y campeona del Open de Aragón, además de un segundo puesto en la vuelta Ibiza en dúo mixto. En 2016, con una temporada de experiencia, y con la misma ilusión, Clara cambió de equipo para competir con el Iberobike Vitoria by Atika. El año pasado disputó por primera vez pruebas de la exigencia de la «Andalucía Bike Race» (séptima clasificada en dúo mixto) o la «Titan Desert» (octavo puesto). Además, puede presumir de ser la actual campeona de España XCM (M30), campeona de España absoluta del Open en ultramaratón, y también fue tercera absoluta del campeonato de España ultramaratón Pedals de Foc. «La pasada temporada fue inolvidable. Viví experiencias increíbles, viajé por muchos lugares, y fui seleccionada para competir en una de las pruebas más duras del mundo como es la Titan Desert, que transcurre por el desierto de Marruecos (más de 38 horas sobre la bici en seis etapas). Estoy consiguiendo resultados que ni había soñado».
Con este número y nivel de competencias, Clara Pirla cuenta, afortunadamente, con una serie de patrocinadores que alivian la factura final a la hora de financiar viajes, bicis o ropa deportiva: la marca Vitoria le proporciona una bicicleta cada temporada (valorada en alrededor de seis mil euros); Spiuk le suministra zapatillas, cascos y gafas; su equipo es el encargado de la ropa; Maxim cuida su alimentación. «Con la bicicleta no gano dinero, pero al menos no me cuesta. Ahora estoy invirtiendo mucho tiempo en entrenamientos, para este año poder seguir entre las mejores. Entre semana entreno por las mañanas, dejo a mi hija en el colegio y yo aprovecho para ir a rodar con la bici de carretera y hacer fondo. Los fines de semana, si no compito, también intento entrenar. Además, como soy profesora de ciclo indoor y pilates, mientras trabajo consigo mantenerme en forma», explica sonriente.
La nueva temporada ha comenzado con el año, y Clara tiene por delante una campaña repleta de retos que igualen, como poco, lo realizado en los últimos doce meses. Cuenta que sus padres y su hermana Vicky forman parte de su equipo a la hora de ayudarle con la pequeña Leire y apoyarla con todos sus proyectos. “Mi hija, de cuatro años, es la primera en animarme cuando viene a verme a las carreras. No hay nada mejor que cruzar la meta y verla a ella». Satisfacción de madre que se une a la que le proporciona el deporte, el ultraligero o el baile. Es Clara Pirla, inquieta, virtuosa, multidisciplinar y de Alcolea de Cinca.